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25 | NOV

Homenaje al Dr. Ángel José Cappelletti

Con motivo de conmemorarse 25 años del fallecimiento del filósofo y profesor rosarino, la Escuela de Filosofía de nuestra Casa de Estudios rinde homenaje al querido maestro, compartiendo una entrevista a su hijo, Dr. Andrés Cappelletti.

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Entrevista al Dr. Andrés Cappelletti en su conmemoración[1]

 

Con motivo de conmemorarse 25 años del fallecimiento del filósofo y profesor rosarino, Dr. Ángel J. Cappelletti (1927-1995), la Biblioteca de la Escuela de Filosofía –que lleva su nombre– de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, y la Escuela de Filosofía, queremos rendir homenaje al querido maestro, compartiendo una entrevista a su hijo, Dr. Andrés Cappelletti, Doctor en Psicología y docente de la UNR. 


 

I. Semblanza 
 

Anabel —Te agradecemos mucho esta entrevista, Andrés, Quería preguntarte, en torno a una semblanza de tu padre ¿qué sería desde tu mirada lo más relevante? Y si tuvieras que elegir una palabra, para pintarlo o atribuirle ¿cuál elegirías?

  

Andrés —Una característica sobresaliente de la personalidad de mi padre era la calma. Difícilmente podría recordar algún episodio en el que se haya alterado su habitual tranquilidad de ánimo. Sólo en pocas ocasiones, en especial cuando recordaba a mi hermano, muerto en un accidente de tránsito a los once años, sus ojos se humedecían un poco y parecía triste y apesadumbrado. Pero en el resto del tiempo era una persona parsimoniosamente alegre. Y si tuviera que elegir una palabra para describirlo sería tal vez ésta: constancia, en la lectura y en la escritura, que llevaba adelante todos los días, pase lo que pase y estuviera donde estuviera.   

 

 

II. Obra
 

Hernán – La obra de tu padre indaga un vasto espectro del pensamiento humano, desde el oriental y el helénico, pasando por el medieval y el moderno, hasta adentrarse en el siglo XX, y lo ha hecho desde una multiplicidad de puntos de vistas filosóficos (epistemológico, político, estético) sin perder la rigurosidad a la hora de la producción ¿Qué consideración tenés de la obra que nos ha legado?.

 

AndrésCoincido en que su obra es enorme y diversa; según él mismo calculaba llevaba publicados unos 80 libros y unos mil artículos. Su erudición era ciertamente asombrosa. Recuerdo un día en el que estando yo de visita en Caracas, le comenté muy casualmente una noticia periodística acerca de algún hecho político, que ya no recuerdo, sucedido en México. Su respuesta fue una larga disertación acerca de la revolución mexicana y sus consecuencias, con una precisión extraordinaria de nombres y fechas y hechos diversos que parecían largamente preparados de antemano ¡Y se trató sólo de una pregunta casual! Recordaba en griego largos pasajes de La Ilíada, o el comienzo, en el italiano del siglo XIII, de la Divina Comedia. Escribió desde observaciones personales de un viaje a China hasta meticulosos estudios sobre los atomistas griegos o el pensamiento del budismo, o eruditos estudios y traducciones de autores antiguos y modernos. Mi casa estaba llena de libros que, bajo el título de la obra, tenían la leyenda ‘Introducción, traducción y notas: Angel J. Cappelletti’. A mi modo de ver, sin embargo, esta vasta obra no ha tenido tal vez la trascendencia que hubiera merecido. No hasta el momento al menos.    

 

 

III: Filosofía e Ideas 
 

Anabel —¿Qué ideas centrales quisieras destacar de su pensamiento? ¿Cuál es la impronta que, a tu parecer, marca su filosofía?

 

AndrésLa filosofía de mi padre tiene una marca muy clara que atraviesa la totalidad de sus escritos, ya sea de modo explícito o no. Se trata del anarquismo, concebido como una filosofía política que para él constituía la única forma política capaz de contribuir a la construcción de una sociedad libre e igualitaria. Sin embargo, el anarquismo no se reduce, en su obra y en su vida, a ser una forma política más entre otras opciones posibles; el anarquismo era para mi padre una forma a la que intentaba adaptar su vida y también una manera de construir sus vínculos con los otros seres. También el anarquismo suponía una profunda e irrenunciable esperanza en un camino que habría de conducirnos, tanto individual como colectivamente, hacia una vida más feliz, si cabe la expresión. 

 

 

IV. Educación y crítica 
 

Hernán—Es notorio en la obra de tu padre el estudio sistemático de la relación entre el conocimiento y el poder, tematizando frecuentemente el tópico educativo sin deslindarlo jamás del contexto ideológico en que se disputa. ¿Podés comentar qué apreciaciones tenía respecto de la necesidad de cultivar el pensamiento crítico en los ámbitos educativos?

 

AndrésTal vez más que el poder lo que le interesaba a mi padre era la posibilidad de mostrar cómo una vida social era perfectamente posible sin la presencia del Estado, la institución que para él constituía la garantía de la dominación de una clase por sobre otra y con ello la persistencia de la sociedad dividida. Creo que trató de indagar respecto de las formas históricas que habían asumido diferentes pensamientos – filosóficos, políticos y científicos- en la búsqueda de la libertad y de la autogestión como forma predominante en la regulación de los procesos sociales. En cuanto a la necesidad de construir a través de la educación un pensamiento crítico y hasta revolucionario, mi padre compartía la convicción propia de los anarquistas: la educación popular y crítica de las instituciones del capitalismo es condición indispensable para cualquier transformación social revolucionaria. En sus últimos años, sin embargo, después de mucho transcurrir en los medios académicos de varios países, creo que ese entusiasmo había menguado, tal vez por haber alcanzado a percibir el incremento de la efectividad de los procedimientos para la gestación de subjetividades a – críticas y normalizadas por parte de los procesos educativos formales y no formales.

 

Anabel—¿Sabés cuándo y cómo se circunscribió su labor académica principalmente en Rosario? y ¿cómo interpretás o asumís hoy sus luchas y enseñanzas?

 

Andrés –Mi papá recordaba siempre con mucha nostalgia y paradójicamente también con alegría, la época de finales de los años 50 y comienzos de los sesenta. En esos momentos comenzó su actividad como profesor en Rosario, al principio viajando desde Buenos Aires y luego, muy pronto, radicándose aquí. De ese período recordaba una ciudad llena de amigos y de lugares y de costumbres que le resultaban entrañables. También la vida en la Universidad en aquel momento constituía para él un modelo de producción académica y de recursos materiales que posibilitaban esa producción en la Universidad Pública. El golpe del año 66 lo llevó a renunciar y a conseguir trabajo primero en Montevideo, ciudad a la cual viajó durante un par de años, para luego decidir establecerse en Venezuela en el año 69, hasta su regreso en 1994.

 

 

V. Política e ideología 
 

Hernán —Hacia el final de “La ideología anarquista”, Ángel nos habla de un “anarquismo” del futuro, entrecomillado aludiendo a la heterogeneidad que implicaría; entre los movimientos que a su criterio coexistirían se encuentran el feminismo y el ecologismo, ¿recordás algunas de sus opiniones sobre estos movimientos políticos, de suma relevancia en nuestra coyuntura?

 

Andrés – Mi padre tuvo una educación primaria y secundaria típica de los años 30 y 40 en nuestro país. Incluso la escuela secundaria la hizo en un Seminario católico en La Plata. Quiero decir con ello que lo que podríamos llamar su ‘educación moral’ se hallaba ligada a valores más bien conservadores y lógicamente también patriarcales. Pero siempre fue un hombre dispuesto a escuchar y a participar de nuevas formas de actuar y de concebir el mundo y las luchas necesarias para transformarlo. Ecologistas, pacifistas, feministas, contaban con su simpatía y si existió la oportunidad, también con su colaboración. Me arriesgo a pensar que hoy sería un enfático defensor de esos y de otros movimientos.

 

 

VI. Biblioteca
 

Hernán — ¿Tenés presentes algunas particularidades de organización en su biblioteca?

 

Andrés —Su biblioteca siempre me pareció como una especie de ser vivo en permanente crecimiento. Los libros ya no cabían en los estantes y por ese motivo iban desplazándose al resto de la casa hasta a llegar incluso a camas y sillones que quedaban por ello inutilizados en su función original. Sin embargo, tal situación no impedía el mantenimiento de un orden que sólo él conocía, pero que era implacable, de manera que siempre y con rapidez encontraba lo que buscaba, aún entre la multitud de textos dispersos por todos lados. Había un orden, pero al parecer este respondía a las cambiantes necesidades del escritor que usaba los libros.    

 

 

VII. Pregunta abierta

 

Anabel—¿Cuál es a tu entender, la pregunta que ambos, o al menos vos, considerarías fundamental formular, cara al futuro?

 

Andrés — Seguramente, en las turbulentas condiciones actuales, más incluso que antes, en el momento de su muerte, él se preguntaría acerca de las posibilidades que el pensamiento y la acción tienen para transformar sustancialmente las formas políticas, económicas y culturales que lamentablemente parecen conducir a la humanidad por un camino de destrucción y violencia hacia un lugar del que tal vez sea imposible regresar.

 

Hernán y Anabel— Gracias Andrés.

 

 

[1] Realizada por Hernán Gullo, estudiante de Filosofía y actual bibliotecario estudiantil (junto a Franco Zamponi y la Bibliotecóloga Titular Gabriela Saloj) de la Biblioteca de la Escuela de Filosofía “Angel J. Cappelletti” y Anabel Hernández (Directora de la Escuela de Filosofía, FHyA, UNR)

 

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