Un 27 de enero de 1945 las tropas del ejército soviético liberaban el campo de concentración de Auschwitz Birkenau. Este acontecimiento puede ser visto de algún modo como el comienzo del fin de una guerra iniciada en 1939 y que estaba concluyendo con la atroz evidencia de uno de los proyectos de exterminio humano más macabros de la historia.

Auschwitz fue solo uno de los tantos campos creados por el sistema nazi, sin embargo es el de más oscura y célebre memoria, porque en su nombre se condensan los sentidos de un proyecto genocida sostenido ideológicamente en la idea de superioridad racial y que contó, para ser posible, con la ayuda inestimable de la tecnología de su tiempo, un derrumbe civilizatorio que como bien lo ha señalado Zygmunt Baumman ¨se gestó y se puso en práctica en una sociedad moderna e industrial, en una fase avanzada de nuestra civilización y en un momento culminante de nuestra cultura¨, algo que nos interpela como especie y que nos obliga a pensar Auschwitz no como un problema exclusivamente alemán sino de nuestra sociedad, de nuestra civilización y de nuestra cultura.

Vale que en un día como el de hoy, en el que recordamos el cierre de los portales de Auschwitz y la liberación de sus prisioneros, recordemos también que la Humanidad se juramentó aquel día no volver a repetir ninguna barbarie semejante, sin embargo, la historia de la segunda mitad del siglo XX demuestra de qué modo las sociedades modernas han reincidido, con otras modalidades, con otras estrategias, en la comisión de vergonzosos genocidios que se han devorado la vida de miles de comunidades alrededor del mundo.

Por eso, en este día en que recordamos a las comunidades judías de centro Europa diezmadas por la maquinaria nazi, en el que recordamos a los gitanos, a los prisioneros políticos y a los homosexuales, entre tantos otros grupos considerados inferiores por el III Reich y que encontraron el final de sus vidas en los hornos crematorios, reiteremos a viva voz nuestro compromiso con la memoria de Auschwitz, de todo lo que Auschwitz significa y representa, y nos comprometamos a denunciar sin ambigüedad alguna toda vez que la sombra atroz de Auschwitz se muestre en nuestro mundo.

Prof. Alejandro Vila